Para entender el proceso de estandarización del euskara, las dificultades que presentaba, es fundamental tener en cuenta lo siguiente:
La lengua vasca es una lengua no indoeuropea.
Está, por tanto, muy alejada de las lenguas dominantes con las que actualmente está en contacto (el español y el francés; o, en general, otras lenguas romances a lo largo de la historia).
Los territorios en los que se habla la lengua pertenecen al estado francés y al español, y, dentro de España, a dos comunidades autónomas. A la segregación administrativa entre Francia y España se deben, según Zuazo, las diferencias más profundas entre los dialectos (Zuazo 2010: 70).
A pesar del ámbito geográfico reducido, cuenta con marcadas diferencias dialectales que dificultan el entendimiento entre hablantes de unos dialectos y otros (Zuazo 2010: 64-68). A lo largo de los siglos, el euskara se ha ido diversificando en dialectos, subdialectos y variedades locales, pero hay dos dialectos más alejados: el occidental (tradicionalmente denominado vizcaíno) y el suletino. Zuazo (2010, 2015, 2019) distingue hoy en día cinco dialectos: occidental, central, navarro, navarro-labortano y suletino. El primer libro impreso data de 1545 y, a partir de ese momento, se fueron desarrollando cinco dialectos literarios —labortano antiguo, labortano moderno, suletino, vizcaíno y guipuzcoano—, "sin que hasta la fecha ninguno de ellos haya conseguido imponerse en toda la extensión del país de habla vasca" (Villasante 1970: 39). Es más, aunque "han favorecido la unidad de la lengua dentro de su área de acción ] al querer delimitar lo más nítidamente posible las fronteras de cada dialecto, se han exagerado sus características particulares y, con ello se han agrandado y ahondado las diferencias dialectales. La víctima principal ha resultado ser el dialecto vizcaíno" (Zuazo 2010: 76-77).